Podríamos decir que Patrick Blanc fue el precursor de lo que hoy denominados jardín vertical. Sin embargo, el sistema ideado por el botánico francés no es más que uno entre los muchos que actualmente se comercializan en el mercado. Lo cierto es que gracias a él se popularizó el concepto y hoy las fachadas vegetales son un recurso cada vez más común para suplir la deficiencia de verde en edificios corporativos, hoteles, restaurantes o incluso en edificios de viviendas plurifamiliares, donde cada metro cuenta y ajardinar en horizontal no es siempre asumible.
Tal vez sea este el éxito de los jardines verticales para sus promotores: el compromiso entre no consumir superficie y el impacto verde que generan desde el primer momento. Si a esto le sumamos los beneficios directos para la salud, pues consumen C02, generan oxígeno, fijan el polvo atmosférico, atrapan los metales pesados y funcionan como potente aislante térmico y sonoro, los muros verdes se convierten en una solución óptima para los entornos urbanos.
Bosco Verticale (Stefano Boeri Architetti) © Laura Cionci
Es justo decir que no todo son facilidades, girar el plano de un jardín 90º implica una alteración en el equilibrio natural del suelo que debe compensarse con soluciones técnicas que no agoten los nutrientes del sustrato, pero también implica un cambio de concepto de lo que entendemos por jardín para sus usuarios: la superficie vegetal pasa a ser un telón de fondo, una fachada o un cuadro a admirar, en definitiva un paisaje para ser visto y no para ser transitado o en el que permanecer.
La complejidad de resolver tal reto se traduce en multitud de sistemas comercializados, ya sean de fieltro, de celdas, modulares, plantados in situ, plantados en vivero, hidropónicos o con sustrato tradicional… Y es que como suele suceder en arquitectura, no hay un sistema óptimo para construir un jardín vertical, sino más bien un abanico de soluciones que deberán adaptarse al proyecto en función de sus condicionantes de diseño, su situación, su escala o su presupuesto. A continuación, exponemos algunos casos que resuelven de forma muy diferente el desafío de ajardinar en vertical.
Jardín colgante Hotel Mercure Santo Domingo (Félix González Vela y Manuel Pasquín Agero) © Lumiartecnia
Con un sistema compuesto por más de 400 jardineras convencionales de sustrato vegetal, el arquitecto Félix González Vela y el paisajista Manuel Pasquín Agero concibieron un jardín inspirado en los Jardines Colgantes de Babilonia que sirviera para proporcionar vistas a las habitaciones orientadas al patio interior del hotel. Sin embargo, el jardín del Santo Domingo ha conseguido mucho más, absorbe 25.000 kg de CO2 al año y genera la cantidad de oxígeno que consumen unas 200 personas al día.
Sus diseñadores supieron convertir en oportunidad los andamios de la construcción anterior, que hoy constituyen un esqueleto de unos 300 metros lineales que soporta el jardín. La principal ventaja del sistema es la accesibilidad para el mantenimiento, ya que los andamios propician pasillos transitables interiores que evitan el uso de grúas o plataformas elevadoras. Además, con este sencillo gesto se consigue una magnífica cámara de aire que evita la aparición de humedades y funciona como potente aislamiento térmico y acústico.
Las jardineras acogen más de 2500 plantas entre las cuales se encuentran arbustos, trepadoras, herbáceas y árboles, algunos de los cuales llegan a los 5 metros de altura. Es importante destacar la sostenibilidad del proyecto completo, ya que parte del agua de las duchas y lavabos de las habitaciones del hotel se recoge, filtra y depura para ser reutilizada en el sistema de riego por goteo. Además, el jardín colgante incorpora una cascada de 20 m de altura que garantiza un nivel de humedad constante. Con 844 m2 de superficie es el jardín vertical más grande de España.
Jardín Edificio Santalaia (Groncol + Paisajismo Urbano) © Daniel Segura Fotografía vía GRONCOL
En Colombia se encuentra el jardín vertical más grande del mundo construido hasta la fecha. Ejecutado por la compañía colombiana Groncol con tecnología de la empresa española Paisajismo Urbano, cuenta con una superficie de más de 3.100 m2 y una cobertura vegetal compuesta por cerca de 115.000 plantas de 10 especies y 5 familias diferentes.
La fachada del edificio Santalaia es un verdadero ecosistema vertical en medio de Bogotá, un proyecto que ha potenciado el uso de especies endémicas y en peligro de extinción y que se ha convertido en un atractor de fauna. Con tal densidad de plantas por metro cuadrado produce el oxígeno que necesitan más de 3.100 personas al año, procesa unos 775 kilogramos de metales pesados y filtra más de 2.000 toneladas de gases nocivos, según explican sus diseñadores.
Jardín Edificio Santalaia (Groncol + Paisajismo Urbano) © Daniel Segura Fotografía vía GRONCOL
El sistema ideado para el Santalaia es de gran ligereza y se compone de cuatro capas. La primera está formada por un rastrelado metálico sobre el que se disponen los paneles impermeables que conforman la segunda capa. Sobre los paneles se fija una doble capa de material textil que sirve al mismo tiempo de soporte y de sustrato hidropónico para la última capa, la que corresponde a la vegetación. En la capa textil se sitúa también el sistema de riego, que permite acceder fácilmente a él en caso necesario.
En este jardín cada gota cuenta y es que el riego está dividido en más de 40 sectores que se regulan de acuerdo con la humedad y la radiación solar, pero, además, el sistema cuenta con recogida de agua de lluvia y una planta de tratamiento que recicla el agua sobrante del muro verde al igual que las aguas grises del edificio para recircularlas e incorporarlas en el sistema.
Bosco Verticale (Stefano Boeri Architetti) © Paolo Rosselli
En el proyecto del Bosco Verticale, Stefano Boeri sustituye los materiales tradicionales de revestimiento por pantallas de vegetación de tal manera que las plantas actúan como una extensión de la envolvente exterior del edificio. Más que un jardín vertical, el arquitecto internacionalmente reconocido, diseñó una fachada viva que consta de dos torres de 80 y 112 metros que alberga 480 árboles grandes, 300 árboles pequeños, 11.000 plantas perennes y 5.000 arbustos.
La selección de especies es el resultado de tres años de estudios llevados a cabo junto a un grupo de botánicos y etólogos. Las plantas que se utilizan en el edificio fueron previamente cultivadas en un vivero emulando las condiciones a las que se encontrarían en los balcones. El bosque vertical construye un microclima capaz de ser habitado por pájaros e insectos, y cuenta con un censo inicial de 1.600 ejemplares de aves y mariposas.
Bosco Verticale (Stefano Boeri Architetti) © Paolo Rosselli
El de Milán no es el único bosque vertical, la oficina de Boeri ya tiene en marcha proyectos similares en París (Forêt Blanche), en Utrecht (Torre Hawthorne) o en Nanjing, China (Nanjing Vertical Forest).
Artículo de LeA atelier publicado originalmente en BBConstrumat Actualidad y Noticias.